MAS POESÍA PARA UNA MEJOR POLICÍA

Autor: Teniente Coronel Alvaro E. Gómez D.
Administrador Policial

De las mejores experiencias de vida que podré sacar de la pandemia, está la reciente
oportunidad que, por vía de un querido amigo pariente o pariente amigo, se me dio para
ser parte de un maravilloso taller de escritura, que, por la inigualable calidad de sus
profesores, pero además por la diversidad y riqueza intelectual de los compañeros, de
verdad que enriquece el espíritu.

Tengo claro que nunca seré un buen escritor, pero al menos me seguiré esforzando para
traducir mis ideas y experiencias profesionales de la mejor forma posible, con el
indeclinable propósito de ayudar a construir una mejor sociedad, desde nuestra Policía,
sobre todo en estos tiempos tan convulsionados que llevan a unos y otros solo a ver sus
propias realidades, sin reconocer los hechos.

En la primera sesión a la que tuve la oportunidad de asistir, la charla sobre la invención
del lenguaje fue fabulosa. Al intentar entender la forma cómo el lenguaje influye en
nuestras acciones, o si son nuestras acciones las que marcan nuestro lenguaje, se me
vino a la mente un reciente y muy lamentable caso de policía ocurrido en Pensilvania,
Caldas, en donde fue necesario trasladar a los 16 policías asignados a ese municipio,
porque perdieron todo el respeto de su comunidad.

La razón de dicha decisión se basó en el justo reclamo de un ciudadano ante lo que lucía
como un claro desafuero en el comportamiento de algunos policías, quienes en plena
cuarentena y bajo ley seca (prohibición de la ingesta de licor), se dirigieron ante dicho
ciudadano con improperios verbales de tal calibre, que el madrazo que le lanzaron fue
lo más suave en comparación a la expresión que lo tildó de “gonorrea”.

Más allá del comportamiento de por sí cuestionable y totalmente reprochable por parte
de los policías, que debería ser por lo menos motivo para una severa sanción
disciplinaria, lo que vemos aún más grave en sí mismo es el lenguaje utilizado por estos.
Lenguaje que lamentablemente se ha venido apropiando del diario vivir en la sociedad
colombiana, en estado de sobriedad o de embriaguez y en todos los estratos sociales, y
del cual nuestra institución no es ajena, pero que, por formación y ética de nuestros
hombres, deberíamos ser el fiel de la balanza moral que marcara las diferencias.

Es sabido que la vía para deshumanizar al otro pasa por la forma de referirse a él. Un ser
humano paulatinamente deja de serlo, cuando no se le ve como tal, sino cuando por
ejemplo se lo asimila a una enfermedad venérea, como una “gonorrea”, enfermedad
que cómo tal, debe combatirse hasta su total aniquilamiento con antibióticos. Igual pasa
cuándo se trata al otro como a una “cucaracha”, o cualquier otro tipo de insecto
despreciable, así se hace más fácil su aniquilamiento.


En el ámbito de “lo Policial”, la razón de ser del policía es el ciudadano, sujeto de
derechos y deberes, con quien debe interactuar diaria y de manera cercana, ciudadano
que puede llegar a ser infractor de normas menores y que en el peor de los casos al
violar la ley puede convertirse en un delincuente.


Pero aun en ese caso, nuestro código de ética dice que “seré inflexible pero justo con
los delincuentes y haré observar las leyes en forma cortés y adecuada, sin temores ni
favores, sin malicia o mala voluntad, sin emplear violencia o fuerza innecesaria y sin
aceptar jamás recompensas”. Aún frente a las conductas delictivas más despreciables,
“los sentimientos, prejuicios, animosidades o amistades” no pueden influir en nuestras
decisiones. El odio y venganza están vedados para un policía, su ética profesional debe
estar por encima de ellos.


Es por ello por lo que no se entiende cómo la educación recibida en el hogar y la
formación en nuestras escuelas de policía, sean tan pronto y fácilmente obnubiladas por
el lenguaje más sórdido de la calle; ¿o es así cómo nuestros policías se comunican con
sus seres queridos?


Algo no está funcionando bien cuando no hay un liderazgo institucional que advierta y
corrija dichas desviaciones del lenguaje y líderes somos todos, desde el más joven de los
patrulleros al más viejo de los generales. Cuando ese tipo de lenguaje distorsiona las
relaciones entre compañeros, se han torcido totalmente los valores que deben inspirar
nuestra vocación y nuestra profesión, nuestra “obligación fundamental de servir a la
sociedad”…”defender al inocente del engaño, a los débiles de la opresión y la
intimidación”.


Para algunos resultará ingenuo, utópico y hasta ridículo el título de este escrito,
pretender en un país tan violento como Colombia contar con mejores policías gracias a
la poesía. Pero es que “lo cortés no quita lo valiente”, y ser un policía valiente no supone
expresarse con un lenguaje ruin y despreciable. El valor de nuestros policías radica en
su vocación y convicción de servicio por los demás, al punto de estar dispuestos a dar su
vida por los demás.


Una de las grandes transformaciones que hoy en día demanda nuestra sociedad, pasa
por ahí, por detalles tan sencillos, pero tan profundos como nuestra forma de hablar,
que inspire el respeto de los demás, que atempere los ánimos, que nos de la legitimidad
propia del que sabe que sus policías no solo actúan en derecho sino con el
discernimiento para hacer lo correcto.


Para que “seamos hijos de las palabras y no sus padres”, necesitamos enaltecer nuestros
cerebros con un lenguaje de altura, más poético, que fomente el respeto mutuo y
atempere los ánimos en una sociedad tan, pero tan polarizada, presa de dogmatismos y
de adjetivos reduccionistas que solo invitan al caos y a la desinstitucionalización, en la
que solo sirven los antibióticos para matar a las gonorreas.


Los policías de Colombia no estamos para eso.

LA POLICÍA Y LA CIENCIA DE POLICÍA EN LA SOCIEDAD MODERNA

Autor: General Miguel Antonio Gómez Padilla

Exdirector de la Policía Nacional de Colombia

Administrador Policial.

La serie de artículos y escolios que ahora nos presenta el señor General Miguel
Antonio Gómez Padilla en este texto, (denominado: “La Ciencia de Policía en la
Sociedad Moderna”. Serie cuadernos No 1) va a permitir a sus lectores el
entender más y mejor lo que el ente policía significa para una sociedad
contemporánea y en particular, para los integrantes de aquél, considerado
singularmente desde el ángulo científico y no a título de la “mera actividad u
oficio” u olvidando paladinamente que la función pública policial es mucho más
que un “servicio” o una “fuerza armada”, conceptos ya obsoletos y muy distintos
a los de la realidad jurídica e individualizadora de cuanto lo policial expresa para
el pensador actual, hodiernamente hablando.

El estilo epistolar distingue la forma como escribe el colega “administrador de
policía”, aunque aquí hallamos también otra clase de escritos que aportan
criterios importantes sobre el derecho de policía y, aunque podamos
distanciarnos de algunos de ellos, en general coincidimos, porque estamos
interesados en pensar con alguna profundidad en la ciencia de policía y el
derecho que la sustenta jurídicamente, como es su esencia.

Fundamentalmente hemos de concluir esta síntesis con la siguiente y muy
necesaria afirmación: Es primario beber en hontanares prístinos para lograr una
doctrina auténtica y propia y evitar el estar mendigando en fuentes
contradictorias contaminadas o diferentes en la ciencia policíaca.
Gracias al señor general por permitir a este sencillo hombre-policía estas breves
y sinceras frases.
Brigadier General FABIO ARTURO LONDOÑO CÁRDENAS
Administrador policial.

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LA FORMACIÓN PARA LA CONVIVENCIA: PRIORIDAD PARA COHABITAR EN PAZ

Fuente: Cr. Jorge Elías Salazar Pedreros

Presidente Colegio Profesional de Administradores Policiales “COLPAP”

Para ver el Artículo ir a la página 8 de Estrella Policial edición 42 Marzo 2023

ASAMBLEA GENERAL ORDINARIA ANUAL COLPAP 2023

Para Descargar el formato Poder Asamblea General Ordinaria Colpap 2023 HAGA CLICK AQUÍ

¿Qué pasaría si el “Marqués de Mouville” fuera nombrado Director General de La Policía Nacional?

Fuente: Teniente Coronel Alvaro E. Gómez D.

Administrador Policial

Recién se conoció la elección del primer gobierno de izquierda en Colombia, escribí una
columna sobre el legado doctrinario policial del Marqués de Mouville a quien se recuerda
porque en su momento y refiriéndose al papel de las policías, dijo: “Le expuse un motivo
suficiente mi coronel, soy un policía apartado de toda política. Sí reina un Luis, impera un
Bonaparte o preside un republicano, sigo siendo un policía que sólo presta juramento a
un partido: el de la represión de la delincuencia.”

Eso lo hice básicamente para recordarle a todos mis colegas policías, en todos los grados,
en servicio activo y en retiro, cuál es nuestra razón de ser y así no perder el rumbo ni dejarse
involucrar en embelecos propios de la política partidista que tanto daño puede hacer dentro
de nuestra institución policial.

Hoy casi dos meses después de que se disipasen esas nebulosas, hemos conocido la
designación de nuevos mandos, con la muy desafortunada pérdida de algunos de ellos que
debido a la estructura de la carrera, que valdría la pena revisar, los llama al forzoso retiro,
pero que sin duda alguna y con hojas de vida sin tacha alguna, aún tenían mucho por
aportar. ¡Gracias a todos!

Pues bien, si con mucho tino hace tantos años el Marqués de Mouville advirtió de los riesgos
que para los policías implicaba cuestionar el origen de sus gobernantes, involucrándose en
discusiones políticas ajenas a nuestra razón de ser, ese mismo riesgo se corre ahora si
alguien pretende imponer su fe, por encima del apego a la constitución, la ley y los
reglamentos de policía. Mezclar política con religión ha sido la causa de muchas de las
peores tragedias de la humanidad.

En varias ocasiones hemos hecho énfasis en que la policía no es, ni debe ser percibida como
una orden militar religiosa. Tampoco somos una empresa, porque lo nuestro no es generar
riqueza, ni nos relacionamos con clientes, sino con ciudadanos. Lo nuestro es esencialmente
cumplir un papel de bisagra social entre el gobierno y los ciudadanos, por ello la legitimidad
con que sean vistos sus policías, será buena parte de la legitimidad del gobierno de turno.
Es por eso por lo que debemos preguntarnos: ¿cuál es el papel que debe cumplir la nueva
dirección de la institución para balancear su fe con el respeto por el estado laico en un
primer gobierno de izquierda? ¿cómo disipar las preocupaciones de los subalternos que en
el pasado han sentido presión por no profesar la misma fe de su líder natural? ¿o por tener
por ejemplo un matrimonio civil o vivir en unión libre? ¿qué podrá esperar la comunidad
LGTBIQ+ policial? ¿se seguirá disponiendo de recursos públicos en actividades de índole
religioso que no tienen que ver con el servicio? Porque del cómo se manejen al interior de
la institución estos temas, dependerá el cómo se refleje el trato de los policías hacia los
ciudadanos en materia de derechos humanos, respeto a la diversidad e inclusión, sobre
todo de las poblaciones vulnerables.

Y aquí nuevamente desde Francia nos llegan luces para dirimir el dilema ético planteado.
En la más reciente biografía de Charles de Gaulle escrita por Julian Jackson y titulada A
Certain Idea of France: The Life of Charles de Gaulle, reseñada en la revista Semana, se relata
cómo siendo el General un “católico fervoroso, su capacidad de separar Iglesia y Estado
dejó lecciones importantes para muchos políticos. En el documental Charles le Catholique
estrenado en noviembre de 2017, políticos actuales y retirados de todas las facciones
coinciden en que De Gaulle encontró el perfecto equilibrio, manifestado en detalles como
no comulgar cuando asistía a misa en calidad de oficial”.

“En 1967 fue más allá. A pesar de haber sido toda su vida un conservador, sobrepuso los
intereses de sus ciudadanos a los de la Iglesia, cuando contradijo e ignoró al Vaticano e
impulsó la distribución de la píldora anticonceptiva. Después de todo, detrás de su
prepotencia, lo asistía un pragmatismo humanista que le reservó un puesto aún más alto
en la historia”. (Semana, 2018)

Luego en medio del debate sobre la pendiente transformación policial, la preocupación
generalizada por el deterioro de la seguridad ciudadana en todo el país y los anunciados
diálogos con grupos armados y criminales en busca de la llamada “paz total”, si el nuevo y
primer gobierno de izquierda ha escogido al más fervoroso de los policías para dirigir la
institución, es éste quien enfrenta un reto mayúsculo para demostrar ser capaz de separar
sus creencias, de la condición profesional que le demandan los más de 160.000 policías,
pero sobre todo la nación entera, a la que se debe nuestra institución y que debe enfocarse
en su seguridad como prioridad por encima de todo.

Y será muy interesante ver cómo el nuevo gobierno va a dirimir las tensiones propias que
se presenten dentro del liderazgo policial, cuando atisben las primeras señales de
resistencia a aquellas ordenes propias de una orden religiosa, pero que nada tengan que
ver con el servicio de policía, porque cada vez más la fe del público demanda de sus policías
un inquebrantable compromiso para servir y proteger a todos por igual en Colombia, sin
importar en lo que crean.

Los mejores deseos para que el espíritu del Marqués de Mouville y la sensatez del General
De Gaulle impidan que los sentimientos, prejuicios, animosidades o amistades lleguen a
influir sobre las decisiones del nuevo mando policial, sin que por ello dejen de mantener su
fe, sobre todo para no perder la razón.

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LA FUNCIÓN POLICIAL

Fuente: General (Rp) MIGUEL ANTONIO GÓMEZ PADILLA
DIRECTOR EMERITO DE LA POLICÍA NACIONAL
ADMINISTRADOR POLICIAL

“TODA AUTORIDAD QUE NO SE EMPLEA EN EL SERVICIO PARA EL CUAL SE HA CREADO ES UN PRINCIPIO DESUBVERSION DEL ORDEN Y CREA LA DISFUSION Y EL DESPOTISMO” ALBERTO LLERAS CAMARGO. EXPRESIDENTE DE COLOMBIA.

Podemos estudiar el ente de policía como noción o como estructura, pero siempre en
el contexto de Nación, de Estado y de Gobierno; pues ella nace, evoluciona y se
desarrolla en la medida en que lo hacen estos y definitivamente, este estudio, debe
realizarse a la luz de la Ciencia de Policía.

“En el pasado, hace muchas centurias, en todas las comunidades como aldeas o pueblos
(que en aquellos tiempos eran muy pequeños) todos los miembros de la comunidad eran
responsables de ayudar a mantener la paz, y los ancianos castigaban a aquellos que
pecaban contra la comunidad; pero a medida que estas comunidades crecían, las gentes
se ocupaban más y más en sus tareas individuales en los campos, tiendas o talleres y no
tenían tiempo para atender la preservación de la paz pública. Por eso escogieron algunos
ciudadanos y les pagaron para que previnieran el crimen y capturaran a los malhechores.
Así principió la policía.

Ustedes ven, pues, que somos los sucesores de un viejo sistema establecido hace mucho
tiempo. Primordialmente somos ciudadanos elegidos para servir como guardianes de la
paz y para protección de sus conciudadanos. Para que ellos puedan reconocernos como
sus elegidos protectores y puedan pedirnos ayuda o consejos, se nos ha dado un
uniforme especial que nos distingue como policías.

Pero, no es suficiente ponerse un uniforme y portar una insignia. La vida hoy en día es
muy complicada; todo se mueve más rápido que en los viejos tiempos, y hay un gran
número de leyes que dicen al pueblo lo que puede hacerse y lo que no, de modo que la
policía tiene que saber una apreciable cantidad de cosas. Para conseguir esto se debe
enseñar un sin número de ellas, que nos habiliten como policías inteligentes y eficientes
y seamos así fuente real de protección para los asociados respetuosos de la ley y el
temor de los malhechores”. (Curso inicial para reclutas de la Policía Nacional de
Colombia. Conferencia No. 4, Misión Inglesa 1953).

Afirmó el Expresidente de la República, Alberto Lleras Camargo: “quien pertenece al
cuerpo de Policía tiene que saber, mejor que la inmensa mayoría de sus compatriotas,
cuál es la ley y cómo opera. Tiene que conocer lo que el propio pueblo, su mandante,
muchas veces ignora. Y tiene que ser, ante todo, un maestro de su pueblo.


Por eso la misión de la Policía es la más alta, la más noble, la más importante, porque para la
inmensa masa humana la única autoridad con la cual se encuentra a diario y que
representa para ella todo el poder, es la Policía.

El gobierno, para muchos de nuestros compatriotas, no es sino la Policía. Y habrá buen o

mal gobierno si hay buena o mala Policía, gobierno arbitrario o justo, según opera la Policía”

Y declaramos que, quienes realizan la función policial son profesionales y así nos lo
reafirma la Ley 62 de 1993 en su artículo 7, pero principalmente, porque dominan un
saber humano: la ciencia de policía.

Evidentemente, existe una ciencia autónoma llamada ciencia de policía, que ha
evolucionado a partir de la experiencia y la investigación científica; es innegable que ella
requiere auxiliarse de otros campos del conocimiento en una perfecta manifestación
holística.

Todos aquellos campos del conocimiento a que me refiero, “están unidos o agregados,
con dependencia, proximidad y estrecha relación” con respecto a la Policiologìa, por lo
cual hacen parte de ella, como ramas de un mismo tronco; ellas son: la filosofía, la
antropología, la sociología, la psicología, el derecho y la ciencia política, entre otras.
Es cierto y palmario que la policiologìa posee una estructura, determinada por su objeto:
el ente policía; y por su fin: la convivencia y que se somete al método científico en sus
investigaciones. Y que corresponde en su naturaleza a las ciencias sociales, a las
ciencias humanas o como dice el comisario argentino Fentanes: “pertenece a las ciencias
de la cultura”.

El comisario general de la Policía Federal Argentina Enrique Fentanes afirma que la
ciencia de policía “tiene por objeto el estudio sistemático y metódico de la policía como
institución y como doctrina”.

El brigadier general (Colombia) Fabio Arturo Londoño Cárdenas, máximo policiologo en
nuestro medio, expresa que “la ciencia de policía es el estudio sistemático del ente
policía, sus causas, evolución y señalamiento de sus principios”.

El general (Colombia) Miguel Antonio Gómez Padilla, define la ciencia de policía como:
“el estudio sistemático, ordenado y crítico, del ente policía en su contexto: histórico
cultural, sociológico, político, económico, antropológico, jurídico y filosófico; y en su
dimensión universal y local”.

La primera noticia que tenemos de ciencia de policía es por allá en 1756 en el libro
“Elementos generales de Policía”, más tarde bautizado como Ciencia del Estado, escrito
por el alemán Juan Enrique Von Justi (1717-1771). Afirma este autor que “la policía es
una ciencia tan poco conocida, que yo oso lisonjearme de ser el primero que haya dado
de ella un sistema fundado sobre la naturaleza misma de la cosa, y quien lo haya tratado
a fondo e independientemente de las otras ciencias que tienen alguna relación con ella.
La mayor parte de los errores que se han cometido sobre este punto, provienen de
haberse confundido la policía con la política”. Para este autor “administración pública y
Policía eran algo igual o común”, siguiendo así la tradición griega, para quienes, gobierno

y policía eran una misma cosa.

La etimología de la palabra así nos lo sugiere: Polisciudad y Teos-gobierno.
Nos dice igualmente Von Justi que: “policía comprende también todo lo que puede
contribuir a la felicidad del ciudadano y principalmente a la conservación del orden y la
disciplina; los reglamentos que miran a hacerles la vida más cómoda y procurarles las
cosas que necesitan para subsistir”.

Pero, es evidente la diversidad histórica del concepto policía a lo largo del mundo y de
las diferentes sociedades. Hay variedad de formas, concepciones y modelos; cómo se
va dando la sustitución de la policía privada por la policía pública, es decir, cómo se
avanza de la violencia propia de la barbarie y el salvajismo a la civilidad (en la medida
que se van alcanzando los ideales: de libertad, paz y justicia social para lograr la
convivencia propia de las sociedades civilizadas).

El Cuerpo-Institución policial, desde 1891 o quizá muchísimo antes, ha venido
desarrollando, sin alardes mediáticos, silenciosa pero ordenadamente un programa que
podemos llamar: la búsqueda de un Cuerpo Institución moderno, profesional y
democrático en un Estado social de derecho y para el siglo XXI. El primer paso se
dio con la Constitución de 1991. El artículo 218 de C.P. da el fundamento para el proyecto
cuando nos define: Cuerpo armado permanente de naturaleza civil y a cargo de la nación.

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LA POLICÍA Y SU ROL COMO INSTITUCIÓN ESENCIAL DE SERVICIO PÚBLICO para “servir y proteger” a la sociedad

Por el teniente coronel Alvaro E. Gómez D. Administrador Policial

Un reciente titular del diario económico La República publicado el pasado jueves 5 de mayo
que dice: “ Una ‘empresa’ de 171.000 policías y $11 billones” y la entrevista que de él se
deriva, (Gaviria González, 2022) me motiva a escribir esta reflexión, no solo por los retos
institucionales que hemos enfrentado durante los últimos cuatro años y que nos están
pasando una costosa cuenta reputacional frente a los colombianos, según nos lo muestran
las encuestas, sino por la necesaria y urgente transformación que dichas circunstancias nos
demanda.
Tanto el titular como apartes de la entrevista confunden los conceptos de institución y de
empresa, que para el caso que nos atañe no es algo menor, porque de fondo está en juego
nuestra esencia, claramente definida en el artículo 218 de la actual constitución política:
“La Policía Nacional es un cuerpo armado permanente de naturaleza civil, a cargo de la
Nación, cuyo fin primordial es el mantenimiento de las condiciones necesarias para el
ejercicio de los derechos y libertades públicas, y para asegurar que los habitantes de
Colombia convivan en paz.”
Tener absoluta claridad sobre los conceptos que enmarcan la dimensión social y científica
de “lo policial”, es de primordial importancia no solo para sus 171.000 integrantes, sino
sobre todo para la sociedad colombiana en general, a la que nos debemos, ella es nuestra
razón de ser, pero sobre todo para quienes aspiren a gobernarnos.
Es por ello por lo que para ayudar a entender qué somos, voy a hacer un breve esfuerzo
para explicar, lo qué no somos.
No somos una empresa privada, porque mientras las empresas, que también cumplen un
muy importante rol social están hechas para generar riqueza legal y legítimamente, la
policía es una institución para prestar un servicio público esencial, que no genera riqueza
material alguna, no somos un negocio, estamos hechos es para “servir y proteger”.
Si fuéramos una empresa, valdría la pena recordar que hasta hace un par de años
arrastrábamos pretensiones de nuestros demandantes (algo así como sus accionistas, los
ciudadanos) del orden de los 76 billones de pesos por supuestas fallas del servicio, por lo
que habría que apropiar en el presupuesto un estimado de lo que se pagaría una vez se
pronuncie la justicia.

De otra parte, los “accionistas” se deberían estar preguntando, ¿qué hay que hacer para
frenar ese círculo vicioso de fallas en el servicio que nos están haciendo económicamente
insostenibles?
Mientras los policías interactuamos con seres humanos, con personas, con ciudadanos, los
empresarios interactúan con sus “clientes” y en tal sentido establecen una relación
transaccional de prestación de bienes y/o servicios, por los que el cliente paga. A los policías
nos paga la sociedad a través de sus impuestos y en los términos que establecen la ley y los
reglamentos institucionales, y no como resultado de las leyes del mercado.
Vale la pena recordar que, en términos de ética profesional, los profesionales de la salud
por ejemplo tampoco interactúan con clientes, sino con pacientes. Quienes dedican su vida
a los temas de la fe a través de las religiones, tampoco tienen clientes, ellos se deben a sus
feligreses.
A la pregunta sobre: ¿qué tan competitiva es la Policía para atraer talento humano en el
país? Responde el director general afirmando que: “hay un gran desestimulo sobre lo
público”. Si esto pasa, es responsabilidad del gobierno de turno generar una política al
respecto, para estimular la vocación en el servicio público, velando por el adecuado
equilibrio entre lo público y lo privado dentro del estado.
Entonces ¿cómo recuperar la vocación por el servicio público? Creo que una vía sería
alimentando los valores que encontramos en nuestro código de ética policial, identificando
los verbos rectores y los sujetos del deber ser policial. No es volviendo a la policía una
empresa, porque esto equivaldría a su privatización y abriría una inmensa brecha frente a
los latentes riesgos de la corrupción.
Si para compensar las crisis vocacionales nos volcamos exclusivamente en el tema salarial,
nunca será suficiente lo que se gane para satisfacer las aspiraciones mundanas. Y claro que
tener salarios dignos siempre será un ideal, pero no es sólo por esa vía como tendremos
mejores policías. En el largo plazo, los beneficios supra salariales e intangibles que se
reciben al portar el uniforme y ser garantes de la fe pública, compensan cualquier limitación
salarial.
Un buen policía siempre tendrá las mejores oportunidades laborales luego de su retiro del
servicio activo. Su formación, experiencia y buen nombre son invaluables.
Pero por otra parte y de paso sea dicho, tampoco somos una orden “militar religiosa”,
porque no hemos sido formados para la misión que cumplen los militares, ni menos
nuestras escuelas de formación son seminarios o conventos de donde deban surgir quienes
dedican su vida a rezar y servir a la sociedad a través de Dios. Y menos puede ser la fe la que
deba determinar el sistema de promociones, ascensos y distinciones.
Como policías, nuestra biblia no es otra que hacer cumplir la constitución política, las leyes
y los reglamentos de la institución. Es por ello por lo que tenemos que entender que los recursos públicos son sagrados y que el presupuesto que se nos asigna para cumplir nuestro
deber no puede desviarse en gastos propios de la fe y la religión, sea cual sea. Entre otras
cosas para respetar y hacer cumplir aquello de la laicidad que el estado colombiano
consagró en la constitución política.

PS1: El autor de este escrito nació en una familia católica, sigue siendo católico a pesar de
todo y quiere seguir manteniendo su fe, para no perder la razón.

LA DEPENDENCIA DEL MINISTERIO DE DEFENSA

FUENTE: GR. MIGUEL ANTONIO GÓMEZ PADILLA Director Emérito

Es frecuente escuchar que pertenecer al Ministerio de Defensa, tener grados, jerarquías,
régimen prestacional y salarial similar al militar y una disciplina policial exigente, se contrapone
a la naturaleza civil que el constituyente definió para la Policía.

Quienes así piensan olvidan que la naturaleza de un sujeto o de una cosa, lo determinan su
objeto y su fin.

En nuestro caso el objeto de la Policía no es otro que asegurar el ejercicio de los derechos y
libertades; y el fin lograr la convivencia, es decir, el goce pleno de la paz entre los asociados.
“La paz esa forma de convivir o coexistir lo seres humanos de un modo tal que las diferencias
inevitables, se resuelvan por acuerdo racional y no por el arbitrio de la fuerza física” San
Agustín.

Afirma San Agustín, que “la paz es la tranquilidad del orden y el orden no es otra cosa que una
disposición de cosas iguales y desiguales que dan a cada una su propio lugar”.

La cultura policial que se ha desarrollado a lo largo de su existir plasmada en su filosofía,
doctrina y principios e instrumentada en sus currículos de formación, capacitación y
especialización es diamantina y respetuosa de esa civilidad.

Hay tópicos que diferencian claramente lo militar de lo policial y que necesariamente deben
influir en la formación, entre otros, el empleo de la fuerza y el uso de las armas en forma
reglada y limitada, el cumplimiento reflexivo de las órdenes y definitivamente el objeto y fin a
cada cual fijados en la constitución.

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