Fuente: Teniente Coronel Alvaro E. Gómez D.

Administrador Policial

Recién se conoció la elección del primer gobierno de izquierda en Colombia, escribí una
columna sobre el legado doctrinario policial del Marqués de Mouville a quien se recuerda
porque en su momento y refiriéndose al papel de las policías, dijo: “Le expuse un motivo
suficiente mi coronel, soy un policía apartado de toda política. Sí reina un Luis, impera un
Bonaparte o preside un republicano, sigo siendo un policía que sólo presta juramento a
un partido: el de la represión de la delincuencia.”

Eso lo hice básicamente para recordarle a todos mis colegas policías, en todos los grados,
en servicio activo y en retiro, cuál es nuestra razón de ser y así no perder el rumbo ni dejarse
involucrar en embelecos propios de la política partidista que tanto daño puede hacer dentro
de nuestra institución policial.

Hoy casi dos meses después de que se disipasen esas nebulosas, hemos conocido la
designación de nuevos mandos, con la muy desafortunada pérdida de algunos de ellos que
debido a la estructura de la carrera, que valdría la pena revisar, los llama al forzoso retiro,
pero que sin duda alguna y con hojas de vida sin tacha alguna, aún tenían mucho por
aportar. ¡Gracias a todos!

Pues bien, si con mucho tino hace tantos años el Marqués de Mouville advirtió de los riesgos
que para los policías implicaba cuestionar el origen de sus gobernantes, involucrándose en
discusiones políticas ajenas a nuestra razón de ser, ese mismo riesgo se corre ahora si
alguien pretende imponer su fe, por encima del apego a la constitución, la ley y los
reglamentos de policía. Mezclar política con religión ha sido la causa de muchas de las
peores tragedias de la humanidad.

En varias ocasiones hemos hecho énfasis en que la policía no es, ni debe ser percibida como
una orden militar religiosa. Tampoco somos una empresa, porque lo nuestro no es generar
riqueza, ni nos relacionamos con clientes, sino con ciudadanos. Lo nuestro es esencialmente
cumplir un papel de bisagra social entre el gobierno y los ciudadanos, por ello la legitimidad
con que sean vistos sus policías, será buena parte de la legitimidad del gobierno de turno.
Es por eso por lo que debemos preguntarnos: ¿cuál es el papel que debe cumplir la nueva
dirección de la institución para balancear su fe con el respeto por el estado laico en un
primer gobierno de izquierda? ¿cómo disipar las preocupaciones de los subalternos que en
el pasado han sentido presión por no profesar la misma fe de su líder natural? ¿o por tener
por ejemplo un matrimonio civil o vivir en unión libre? ¿qué podrá esperar la comunidad
LGTBIQ+ policial? ¿se seguirá disponiendo de recursos públicos en actividades de índole
religioso que no tienen que ver con el servicio? Porque del cómo se manejen al interior de
la institución estos temas, dependerá el cómo se refleje el trato de los policías hacia los
ciudadanos en materia de derechos humanos, respeto a la diversidad e inclusión, sobre
todo de las poblaciones vulnerables.

Y aquí nuevamente desde Francia nos llegan luces para dirimir el dilema ético planteado.
En la más reciente biografía de Charles de Gaulle escrita por Julian Jackson y titulada A
Certain Idea of France: The Life of Charles de Gaulle, reseñada en la revista Semana, se relata
cómo siendo el General un “católico fervoroso, su capacidad de separar Iglesia y Estado
dejó lecciones importantes para muchos políticos. En el documental Charles le Catholique
estrenado en noviembre de 2017, políticos actuales y retirados de todas las facciones
coinciden en que De Gaulle encontró el perfecto equilibrio, manifestado en detalles como
no comulgar cuando asistía a misa en calidad de oficial”.

“En 1967 fue más allá. A pesar de haber sido toda su vida un conservador, sobrepuso los
intereses de sus ciudadanos a los de la Iglesia, cuando contradijo e ignoró al Vaticano e
impulsó la distribución de la píldora anticonceptiva. Después de todo, detrás de su
prepotencia, lo asistía un pragmatismo humanista que le reservó un puesto aún más alto
en la historia”. (Semana, 2018)

Luego en medio del debate sobre la pendiente transformación policial, la preocupación
generalizada por el deterioro de la seguridad ciudadana en todo el país y los anunciados
diálogos con grupos armados y criminales en busca de la llamada “paz total”, si el nuevo y
primer gobierno de izquierda ha escogido al más fervoroso de los policías para dirigir la
institución, es éste quien enfrenta un reto mayúsculo para demostrar ser capaz de separar
sus creencias, de la condición profesional que le demandan los más de 160.000 policías,
pero sobre todo la nación entera, a la que se debe nuestra institución y que debe enfocarse
en su seguridad como prioridad por encima de todo.

Y será muy interesante ver cómo el nuevo gobierno va a dirimir las tensiones propias que
se presenten dentro del liderazgo policial, cuando atisben las primeras señales de
resistencia a aquellas ordenes propias de una orden religiosa, pero que nada tengan que
ver con el servicio de policía, porque cada vez más la fe del público demanda de sus policías
un inquebrantable compromiso para servir y proteger a todos por igual en Colombia, sin
importar en lo que crean.

Los mejores deseos para que el espíritu del Marqués de Mouville y la sensatez del General
De Gaulle impidan que los sentimientos, prejuicios, animosidades o amistades lleguen a
influir sobre las decisiones del nuevo mando policial, sin que por ello dejen de mantener su
fe, sobre todo para no perder la razón.

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