El pasado 28 de julio marcará un antes y después en la historia de Níger. El general Abdourahamane Tchiani, jefe de la guardia presidencial, se autoproclamó líder del Estado tras un exitoso golpe militar contra el presidente Mohamed Bazoum. Este sorpresivo cambio de poder ha dejado al país en un estado de incertidumbre política, sus repercusiones amenazan con desestabilizar aún más la región del Sahel y quizás con desafiar el escenario geopolítico mundial.

Todo comenzó el pasado 26 de julio, cuando el general Tchiani lideraba la Guardia Presidencial con el objetivo de derrocar el gobierno de Bazoum. Los autodenominados como CNSP, Consejo Nacional para Salvaguardar la Patria, tomaron el palacio presidencial de la capital. El nombre de este grupo cobra más sentido con la multitud de manifestaciones y reivindicaciones que existen apoyando al régimen.

Países como Malí y Burkina Faso siguen la misma línea. Aunque siendo situaciones diferentes, estos países confían más en la fuerza y la estabilidad del Grupo Wagner que en las potencias Occidentales como USA y Francia. Aparentemente el anticolonialismo se ha posicionado como la causa del conflicto.

La histórica influencia occidental y la presencia de multitud de bases militares estadounidenses y francesas en Níger han servido para acrecentar el descontento del ejército. Aunque el neocolonialismo está en boca de todos para tratar el asunto de Níger, este conflicto tiene múltiples matices.

Principalmente esta sublevación ha reflejado las profundas divisiones del gobierno y la falta de adherencia del cuerpo militar hacia la democracia. La degradación de la economía y la inseguridad de la región fueron importantes fuentes de motivación para llevar a cabo golpe y cambiar radicalmente sus alianzas internacionales. Sin embargo, algunos pequeños detalles han ayudado a desencadenar el conflicto. La legitimidad del presidente siempre ha estado en duda por los militares. Bazoum pertenece a una minoría étnica árabe diferente a la de la mayoría de los militares, cuyos nombramientos siguen establecidos por criterios étnicos.

Además, existían serios indicios acerca de una reforma en el consejo de seguridad previo al golpe.

Cuya consecuencia suponía la destitución de Tchiani. Parece ser que Níger ha sido la gota que ha colmado el vaso en el Sahel. Siete golpes de estado en los últimos cuatro años y las diferentes tensiones internas les han llevado al primer plano del panorama internacional.

Una zona históricamente de influencia occidental y con multitud de recursos se posiciona ahora como una lucha entre los países de la región de corte occidental que no quieren desestabilizar la región y aquellos que apuestan por la aparición de nuevos actores. La influencia que Rusia y China están llevando a cabo sobre el continente está siendo bien vista por algunos países que apuestan por esta nueva postura para mejorar o aprovechar su situación.

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