FUENTE: GR. MIGUEL ANTONIO GÓMEZ PADILLA Director Emérito
Es frecuente escuchar que pertenecer al Ministerio de Defensa, tener grados, jerarquías,
régimen prestacional y salarial similar al militar y una disciplina policial exigente, se contrapone
a la naturaleza civil que el constituyente definió para la Policía.
Quienes así piensan olvidan que la naturaleza de un sujeto o de una cosa, lo determinan su
objeto y su fin.
En nuestro caso el objeto de la Policía no es otro que asegurar el ejercicio de los derechos y
libertades; y el fin lograr la convivencia, es decir, el goce pleno de la paz entre los asociados.
“La paz esa forma de convivir o coexistir lo seres humanos de un modo tal que las diferencias
inevitables, se resuelvan por acuerdo racional y no por el arbitrio de la fuerza física” San
Agustín.
Afirma San Agustín, que “la paz es la tranquilidad del orden y el orden no es otra cosa que una
disposición de cosas iguales y desiguales que dan a cada una su propio lugar”.
La cultura policial que se ha desarrollado a lo largo de su existir plasmada en su filosofía,
doctrina y principios e instrumentada en sus currículos de formación, capacitación y
especialización es diamantina y respetuosa de esa civilidad.
Hay tópicos que diferencian claramente lo militar de lo policial y que necesariamente deben
influir en la formación, entre otros, el empleo de la fuerza y el uso de las armas en forma
reglada y limitada, el cumplimiento reflexivo de las órdenes y definitivamente el objeto y fin a
cada cual fijados en la constitución.